Sueño de un algo

Número 1, así le llamaremos a esa forma viajera en mi mente, a ese ente que recorre por espacio y tiempo un algo, ese que a su alrededor ve un color sin conocerlo, ese era él, la figurilla incógnita, la figurilla que no tenía color, sólo era lo que era, nada más.

 

Kevo, ese era su nombre, soñador, aunque en leve descripción algo extraño en algunas ocasiones, no había cosas que le asustaran demasiado, era simple y sencillo, era lo que creía su débil aunque cautelosa mente.

 

Interesante viaje el que hizo número 1, interesante porque por más que veía a su alrededor, todo era transparente y sin pinta de cambiar, todo lo que mostraban sus ojos era una invisibilidad tenebrosa, no era negro, para nada era negro. El negro se lo había inventado para que su soledad no se viera tan tétrica, para que esa invisibilidad no lo perturbara y bajara de su ostentosa silla de dios, eso era el negro para él, su escape.

 

Kevo sentía una débil voz siempre que dormía, toda una vida era la que vivía cada noche que cerraba los ojos, eso era lo que él veía, nada más, una vida más, algo que en la realidad, en su realidad, no era tangible, él divagaba tiempos que parecían eternos, tiempos en los que un minuto, parecían 10 años completos, llenos de experiencias y fracasos, llenos de odio y rencor, llenos de felicidad y sueños, y así, más sueños y más sueños, en los que se perdía de una realidad que número 1 le proponía.

 

Número 1, el creador, el protector, su débil mente encerraba a Kevo en una caja oscura, donde una gran bola lo sostenía, algo que Kevo no comprendía, algo que su mente de mortal no atisbaba, pues era solamente entendible para mente de dioses, dioses como número 2, como número 3, y así consecutivamente para llegar al dios infinito, ese sí que era un dios, ese que creaba mundos y vidas dentro de su cabeza, un sueño más, eran millones de vidas más, en las cuales, esas débiles mentes creaban más y más sin darse cuenta, en cada sueño, la vida de un número infinito más.

 

Kevo, débil idea la que él fabricaba, no eran más que vestigios de recuerdos difusos, dudosos y lejanos, creaba vida a diario y ni cuenta se daba, porque él era lo mismo en una pequeña fracción de su creador, él ocupaba un lugar, ese momento, ese parámetro al que los humanos llaman tiempo, ese representaba una escala muy pequeña para la escala que era aun más para su creador, número 1, para él ese tiempo en el que creaba vida era muy pequeño, apenas si aprovechable y para Kevo era eterno.

 

Kevo veía a todos en su ecosistema, a todos naturalmente bellos, feos, chaparros, altos, morenos, negros, blancos, con uñas, sin uñas, con lo que fuera él también los veía, pero él no sabía si en realidad ellos también lo veían, él no lo sabía aunque los demás le juraban que existían, él jamás lo sabría, ¿qué podía hacer?, ¿preguntar a su mejor amigo?, ¿viciarse de una idea eternamente hasta tratar de encontrar la respuesta?, ¿inventar algo que le asegura que él estaba bien, que él tenía la razón?

 

Número 1 en su sueño se pregunta, ¿por qué todo será tan invisible?, Kevo en vida se pregunta, ¿por qué todo será tan negro? Erróneamente siguen creando vidas, sin darse cuenta, que en realidad, los dos están solos.

 

 

Castellanos Aguilar Kevin Rogelio